Eficiencia Cero. El Departamento de Edición pierde rentas docentes en plena emergencia presupuestaria

Las universidades nacionales tienen entre sus características más destacables la de gobernarse a través de un cuerpo colegiado, el Consejo Superior, formado por tres claustros: profesores, graduado y estudiantes. Esta estructura se reproduce en las Facultades de la UBA (Consejo Directivo) y en el caso de la Facultad de Filosofía y Letras y de algunas otras facultades, en la forma de Juntas Departamentales de carácter consultivo que atienden los asuntos de una carrera en particular.

Las direcciones de Carrera son elegidas por los consejeros por mayoría y minoría. En el caso de la Junta de Edición, los últimos mandatos estuvieron siempre en manos de la alianza que constituyeron el FEI en estudiantes, Unidad Editorial en graduados (Aldinos + Línea Editorial) y Consistencia Editorial en profesores.

Esa alianza puso al frente del Departamento Primero a la dupla Dobruskin-Sorin y luego a Piccolini-Labbé como Directores y Secretarios Académicos del Departamento.

La primer dupla, conformada por Mauro Dobruskin y Valeria Sorín, se encargó de no presentar el pedido de renuncia del prof. Sergio Rubio al cargo de ayudante de primera de la asignatura Registro y Organización de Materiales Editoriales (ROME) a cargo del prof. Eduardo Giordanino durante varios años. Por lo que el prof. Rubio no fue reemplazado y siguió cobrando su renta sin dar clases, con la complicidad de la gestión Dobruskin-Sorín y del propio prof. Giordanino, que tampoco presentó un reemplazo al que se le asignara la renta.

Años más tarde la renuncia del prof. Rubio fue finalmente presentada al notarse la flagrante irregularidad por parte de nuestro espacio político, y en paralelo se había llamado a concurso el cargo, basado en ese renta, en conjunto con todos los cargos de la Carrera de Edición del llamado en curso.

La gestión Piccolini-Labbé quienes sucedieron a la dupla Dobruskin-Sorín como parte del mismo espacio político, tampoco asignaron la renta de quien años más tarde se presentaba su renuncia en forma transitoria al listado de ad honorems por orden de antigüedad, como hubiese correspondido hasta el momento de sustanciación del concurso (en aquella ocasión le hubiese correspondido seguramente la asignación del cargo a la prof. Julia Risler de la asignatura Teoría de los Medios y de la Cultura).

Como la renta no se asignó a nadie, como sucede con todas las rentas sin asignar en la UBA por más de seis meses, esta se refundió con la masa general del presupuesto universitario para ser reasignada, y se perdió.

Al sustanciarse finalmente el concurso de la asignatura ROME, el Departamento de Edición descubrió que “se le había pasado” asignar la renta (algo elemental y básico para cualquier integrante de la administración universitaria de cualquier rincón de la UBA) por lo que el docente Carlos Authier no contaba con renta alguna para regularizar el cargo del concurso del que había quedado primero en el orden de méritos.

La grave ineficiencia en la gestión del Departamento por parte de la Directora Piccolini y el Secretario Labbé no es un caso aislado sino un estado general.

Esta eficiencia cero se suma a la ausencia hasta hace pocas semanas de un listado de ad honorems actualizado (algo primordial en cualquier Departamento que se ocupa de reclamar por sus docentes ad honorem), el desconocimiento confeso por parte del Secretario Académico Labbé en sesión de Consejo Directivo de que no tienen registro de qué docentes del Departamento han regularizado sus cargos y cuáles no, y la totalidad de concursos de renovación del claustro de profesores que se niegan a elevar desde el Departamento (a pesar de que esto fue votado por unanimidad por la Junta del Departamento hace dos años) aduciendo que no quieren “sobrecargar” a la Dirección de Concursos. Increíble. Tal vez se trata de la mejor manera de ascender a dedo a los amigos, visto que la realización de estos concursos, además de dar como producto la renovación de lo profesores en sus cargo, da un listado de orden de mérito que el Departamento se vería obligado a seguir en caso de ascender docentes a los cargos de adjunto. Hoy no existe ni ese orden ni un reglamento de selección interna que ordene ese proceso. Por obra y voluntaria omisión del Departamento de Edición.

La Carrera está en su peor momento. Se incrementaron los cargos docentes sin renta, se cajonearon los concursos de profesores hasta el punto que solo a través del Consejo Directivo se pudo impulsar alguno, y nadie en el medio editorial tiene el menor registro de qué y para qué está la Carrera en la UBA.

Ninguna diferencia hizo tener a Patricia Piccolini al frente del Departamento en cuanto a la inserción en la industria. Hoy, muy por el contrario, nuestra directora  celebra, frente a la prensa, la apertura de las importaciones de una manera acrítica e incondicional, de forma coherente con su sector político en Cambiemos que llevó a Pablo Avelluto al Ministerio de Cultura. Celebramos la “diversidad” mientras nos aplastan los saldos españoles a precio vil. Es decir, su papel picado está al servicio de arruinar nuestra industria.

Al interior de la Carrera sus únicas medidas fueron en sentido de intentar sacar rentas de la pasantía pública para castigar a su oposición.

Ninguna propuesta nueva surgió del Departamento. Llegado el tiempo de las elecciones se ponen un disfraz de revolucionarios que no les queda, e intentan convencernos de que la gestión de la Facultad de Filosofía y Letras es responsable de todos nuestros males, cuando son ellos mismos interlocutores directos del Rectorado.

Queremos lo obvio: que impulsen los concursos con nosotros en vez de cajoneralos; que nos otorguen las rentas docentes que necesitamos para funcionar como Carrera en lugar de negárnoslas desde el otro lado del mostrador del que hipócritamente dicen reclamarlas, que gestionen con responsabilidad el Departamento pensando en la Comunidad a la que afectan.

Estamos hablando de cuestiones elementales, pero tal vez lo elemental para todos los demás Departamentos de Carrera de la Facultad, sea demasiado para quienes gestionan desde hace años el Departamento de Edición.