Jorge Álvarez: el hombre que abrió los caminos

Oculto detrás de los sonidos y las letras que cambiaron el rumbo de la cultura nacional durante los sesenta y setenta, Jorge Alvarez fue el hombre que les abrió el camino a las bandas fundacionales del rock nacional y a los escritores argentinos que aportaron su fuego al boom de la literatura latinoamericana. Considerado uno de los representantes de la contracultura argentina, Alvarez falleció ayer a los 83 años, luego de permanecer internado durante tres semanas. Fue el fundador de los sellos discográficos Mandioca y Talent-Microfon y de las editoriales Jorge Alvarez y Ediciones de la Flor –en este último caso junto a Daniel Divinsky–, a través de las cuales produjo a Sui Generis, Vox Dei, Spinetta, Pappo, Billy Bond, Manal, Moris y Miguel Abuelo, a la vez que publicó autores de la talla de Rodolfo Walsh, David Viñas, Manuel Puig, Ricardo Piglia y Juan José Saer.
Nacido en 1932 en el seno de una acomodada familia porteña, durante su juventud, Alvarez tuvo la posibilidad de viajar a Londres para el lanzamiento del disco A Hard Day’s Night, de los Beatles. De allí se dirigió a Nueva York, fascinado por el jazz, donde escuchó a Dizzy Gillespie y Charlie Parker. Volvió a la Argentina cargado de esas experiencias iniciáticas, que comenzaron a guiarlo en la búsqueda de aquello que se agitaba en las calles de su país. Para principios de la década del sesenta se encontró de imprevisto al frente de la librería en la que trabajaba, luego de una pelea entre sus dueños. Allí se había contactado con algunos escritores que no encontraban editoriales para publicar sus trabajos. Creyó que era la posibilidad para dar el primer paso. Creó el sello Editorial Jorge Alvarez y publicó entre 1963 y 1968 a Rodolfo Walsh con Un kilo de oro, Los oficios terrestres y Operación Masacre; el primer libro de relatos de Ricardo Piglia: La invasión; la obra inaugural de Manuel Puig: La traición de Rita Hayworth y fue también responsable del debut novelístico de Juan José Saer, con su libro Responso. Sin embargo, no sería sólo la literatura la que llevaría a Alvarez a convertirse en uno de los principales promotores culturales de la época.
En plena ebullición de la contracultura de los sesenta, cuando aún latía con fuerza la posibilidad de un despertar global que torciera el rumbo de muerte que transitaban las sociedades occidentales, Alvarez encontró lo que buscaba. Había traído de Nueva York la idea de fundar en Buenos Aires un barrio como el Greenwich Village, que se convirtiera en el epicentro de un cambio de pensamiento comandado por los jóvenes y la música. Luego de conocer a Pedro Pujó, quien lo acercó a los primeros rockeros que atravesaban la ciudad junto a sus guitarras, fundaron el sello discográfico Mandioca, La Madre de los Chicos, primera editora independiente de rock argentino e impulsora del rock en castellano. En 1970 publicaron los álbumes debut de Manal (Manal), Moris (30 minutos de vida) y Vox Dei (Caliente) y los simples “Un lugar elegido/Ese dinero”, de la banda de culto Los Brujos, y “Mariposas de madera/Hoy seremos campesinos”, de Miguel Abuelo.
Los discos de Mandioca, que con los años se convertirían en el primer grito del rock nacional, tuvieron muy poco éxito de ventas, lo que llevó a la empresa a la quiebra. Pero la búsqueda de Alvarez seguía con vida. Para poder continuar con la difusión de estas nuevas bandas fundó su segunda marca discográfica: Talent, subsidiaria de Microfón. Con ella publicó en 1971 el primer disco de Pappo: Pappo’s Blues Volumen 1, y de La Pesada del Rock and Roll: Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll; en 1972 impulsó Vida, el debut de Sui Generis, y un año más tarde el disco Artaud, de la etapa solista de Luis Alberto Spinetta.
A comienzos de la última dictadura militar, en 1977, Jorge Alvarez debió exiliarse en Madrid, donde vivió durante 34 años y trabajó para las firmas discográficas CBS y BMG. Rápidamente se convirtió en productor de Antonio Flores, Mecano, Olé Olé y Joaquín Sabina. Regresó a la Argentina en 2011 y comenzó a trabajar junto a Nahuel Briones y la Orquesta Pera Reflexiva y a comienzos de 2014 empezó su último trabajo, el álbum El cruce de los unders, del que participaron, entre otros, Sergio Dawi y Antonio Birabent.
“Todo en su camino fue fundacional. Montó editoriales y compañías grabadoras, reinventó los recitales y la forma de comunicar, traspasó fronteras, descubrió escritores y músicos, inauguró estilos, modos y revolucionó muchas cabezas desde los sesenta hasta nuestros días.” Estas fueron las palabras con las que su colega Daniel Ripoll, periodista y editor, sintetizó la búsqueda de Alvarez, cuyos restos son velados hasta las 10 en la Biblioteca Nacional, para luego partir hacia el Cementerio de la Chacarita, en el último adiós a uno de los artífices de las preguntas que todavía siguen acosando.

Diego Fernández Romeral

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