Editoriales en el desierto [México]

Por Antonio Ramos

Una de las muchas fuentes del centralismo radica en la incapacidad para crear espacios de diálogo y de construcción de plataformas en aquellos sitios considerados de la periferia. Sin opciones en el horizonte lo más sensato siempre es moverse hacia las ciudades donde se encuentra aquello de lo que se carece. Ésta es una verdad universal que soporta la migración: migrar es más fácil que construir.
Desde hace muchos años esta ecuación también se ha aplicado a las políticas culturales de nuestro país, específicamente las editoriales. ¿Dónde se encuentran los grandes corporativos de la edición en nuestro país y sus editores? En la ciudad de México. ¿Dónde se editan más libros, con mejor calidad y con un alcance real de lectores y de prensa? En la ciudad de México.
Hasta ahí un problema reconocible, aceptado, digerido ya. Un lugar común si se quiere ver. Lo inédito es que desde hace algunos años persiste un boomde editoriales independientes en nuestro país cuya base de operaciones no es ya la ciudad de México sino ciudades como Guadalajara, Oaxaca y Monterrey.
En Monterrey, desde hace algunos años ha venido ocurriendo un proceso similar de edición independiente, término que también se presta para amplia discusión, pero si lo vemos como la edición que un particular empieza sin el apoyo de una editorial trasnacional podríamos limar una primera aspereza de las muchas aristas que tiene el tópico. Durante algún tiempo, para poder ser publicado en Monterrey existían sólo dos caminos: ser editado en la Secretaría de Cultura del Estado o bien, en la Dirección de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Nuevo León, con tirajes cortos, poca difusión (que sólo alcanzaba con hacer una presentación del libro) y peor aún, poca distribución. Los libros resultaban opacos apenas salían de la imprenta. Se presentaban por lo general una vez y después se donaban a bibliotecas cuando mejor les iba.
El sello que cambió ese panorama fue Editorial Castillo, del librero Alfonso Castillo. Su casa editora fue producto de su cadena de librerías norteñas y pronto atrajo la atención de una generación de escritores del norte. En esta casa publicaron autores como Hugo Valdés y Alfredo Espinosa, por mencionar algunos, pero lo que sorprendió fue que Castillo se hiciera con los derechos de la obra de Elena Garro, una de las autoras consagradas de la literatura mexicana aunque ya poco publicada en esos días.
Cuando Castillo dejó la estafeta y se consagró a publicar literatura infantil y juvenil y libros de texto, con tan buen éxito que la editorial terminó siendo vendida al grupo McMillan, la estafeta de las ediciones independientes en Monterrey contaba ya con otros proyectos editoriales. Uno era el del grupo de escritores de la Mancuspia: Héctor Alvarado, Dulce María González, Mario Anteo y Patricia Laurent Kullick, quienes editaban el sello de los Libros de la Mancuspia de autores regiomontanos, de tiraje corto, casi de bolsillo, libros sin solapas, pero con buen papel y buena edición donde se publicaban autores noveles como Jáqueline Zúñiga, Cuitláhuac Quiroga, Luis Javier Alvarado y los mismos integrantes del grupo. Los Libros de la Mancuspia fueron quince en total.
El otro proyecto es la aún vigente Ediciones Oficio, que surgió de una revista de cultura democrática con más de veintitrés años de antigüedad y del mismo nombre. Oficio es dirigida por el poeta Arnulfo Vigil y tiene en su catálogo a escritores nuevoleoneses, de corte nacional e internacional con géneros como poesía, cuento, novela, ensayo, reportaje, entre otros. Uno de sus autores, por ejemplo, ha sido Diego Osorno.
También, durante finales de los años noventa surgió el proyecto de la poeta Alexandra Botto, Homo Scriptum. Había otros proyectos aislados como Cuadernos del Topo, dirigido por el escritor Hugo Valdés. Estos libros eran editados por el Municipio de Escobedo Nuevo León; algunos títulos fueron El sol sea con nosotros, de Ramón López Castro. Similar a estos ejercicios, la poeta Minerva Reynosa, Óscar David López y Gabriela Torres Olivares contaban también con Harakiri Plaquettes, donde publicaban a autores jóvenes y donde también vieron a la luz textos suyos. En toda esta primera etapa las características principales de las ediciones regiomontanas fueron: impresiones de tiros breves, ediciones con buen cuidado editorial, cajas de texto con cierta intuición formal, pero donde el libro procuraba ser lo más barato posible para que pudiera venderse o agotarse su tiraje en las presentaciones del mismo, salvo los libros de Editorial Castillo que llamaban la atención por lo contrario: usaban un papel caro para el momento (cuché), además de invertir mucho en el diseño. Aún así, la mayoría de los escritores publicados eran locales o bien, escritores de corte “nacional” que tenían lazos con los editores regiomontanos, que no necesariamente entregaban obras “vivas”.
Cuando estas editoriales tendieron a la baja al desaparecer por el cambio de ciudad de los dirigentes de los proyectos, la vida regiomontana en torno al libro terminó volviendo a sus cauces tradicionales, las publicaciones en la UANL o del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León. Sin embargo, desde hace cinco años aproximadamente han surgido en Nuevo León una serie de editoriales nuevas e independientes que se han sumado con éxito en el mundo editorial regiomontano y nacional.
Una de ellas es Posdata Editores, dirigido por el poeta José Jaime Ruiz e Iván Trejo. Posdata se enfoca en la publicación de poesía y también cuenta con una línea de relato corto o microficción, La hormiga iracunda, única en Latinoamérica, donde ha publicado a autores como Ana María Shua y Alberto Chimal. Su catálogo de poesía se concentra en poetas latinoamericanos y polacos y es, además, envidiable. Tiene entre sus autores a personalidades como Paulina Vinderman, Rafael Courtousie, Juan Gelman y Juan Manuel Roca, o el regiomontano Guillermo Meléndez. Posdata está agrupada dentro de la Asociación de Editores Mexicanos Independientes, lo que le permite llevar sus publicaciones a diversas ferias del libro en todo el país.
Vaso Roto es otro sello regiomontano que también ha traspasado las fronteras. Dirigido por la poeta y traductora Jeanette L. Clariond, los alcances de Vaso Roto giran en otro engrane: cuenta con bellas portadas y un cuidado editorial profesional, en gran medida publica traducciones de poetas europeos, árabes o de otras latitudes. Tiene en su catálogo a autores como Charles Simic, Harold Bloom, Abbas Beydoun, Ledo Ivo, Adonis y el ensayista Michael Taylor. La línea editorial de Vaso Roto también contempla ensayo, narrativa y literatura infantil.
Junto con estas editoriales han surgido otras con líneas temáticas similares en cuanto al hecho de hacer más profesional la edición, impresión y diseño, sin importar el material con el que están manufacturados los libros. Me refiero a la Regia Cartonera, proyecto dirigido por Nervinson Machado y Laura Fernández. Lo primero que llama la atención de estos libros es que tienen, a diferencia de otras cartoneras, un cuidado editorial y una formación de página envidiable. El diseño de sus tapas es también de mucha calidad y no es raro encontrar obras de artistas gráficos que le dan vista al cartón. Son libros de cartón, cosidos y pegados, y también tienen una rigurosa selección de textos y cuentan entre sus autores con Raúl Zurita y Carlos Velázquez.
Existen otros proyectos editoriales interesantes en la ciudad, Editorial Acero, por ejemplo, que publica narrativa. El año pasado convocó a un premio internacional de novela que obtuvo el narrador español Manuel Luaces. Acero además es parte del grupo independiente Fractal Editores, que también publica poesía. Este proyecto lo dirige Xitlally Rivero, Norma Roffe y el escritor Felipe Montes, entre otros y tiene su salida de ventas en sitios web como Amazon, Lulu y Apple Store.
Hay otro par de noveles editoriales regiomontanas, una es Analfabeta, dirigida por Sara Sánchez, Alejandro Vázquez, Carlos Lejaim y Francisco Blando. Analfabeta realiza libros artesanales impresos bajo demanda y tienen dos líneas editoriales: Alfa, para libros de ficción o creativos y Beta, para todos los títulos de ensayo, historia o crítica. La otra editorial es Ediciones Intempestivas, dirigida por Héctor Alvarado y Livier Fernández. Ediciones Intempestivas apuesta por autores locales, con ediciones limpias, en formato casi de bolsillo y son la revisión, la versión 2.0, digamos, de los antiguos libros de la Mancuspia.
Lo que engloba a todas estas editoriales es que han subido el nivel de calidad y la apuesta por autores de otras latitudes. Vaso Roto, por ejemplo, casi no ha publicado a autores regiomontanos, salvo a la narradora Dulce María González, lo mismo que Posdata Editores que tiene un pequeño porcentaje de regiomontanos en su catálogo. También, estas editoriales han dejado de ver a Monterrey como un proyecto finito, sino como punto de partida. Sus libros se encuentran lo mismo en las principales librerías de la ciudad de México como en Madrid. Organizan concursos internacionales como Editorial Acero o bien compaginan su propuesta editorial con talleres y seminarios como es el caso de la Regia Cartonera. Han salido de las fronteras del cerro de la Silla. Hacen, buscan autores con más proyección, cada vez asisten a más ferias libreras fuera de la ciudad. Concretan redes y alianzas, aunque no necesariamente van en grupo para buscar más opciones de distribución, un punto que deberían hablar.
Del lado de las instituciones, la UANL también ha dado un cambio de timón porque han hecho coediciones con editoriales como Anagrama, Destino, Praxis, Jus, Almadía. Célebre es la antología de narradores regiomontanos que esta casa editorial publicó con Anagrama.
Mejores autores, mejores ediciones, un plan de distribución y difusión mucho más ambicioso han puesto a las nuevas editoriales regiomontanas en otro camino. Tal vez no se convertirán en trasnacionales, pero es seguro que lograrán conformar catálogos que sobrevivirán al tiempo. Aunque sean de una ciudad afincada en el desierto, estas editoriales son finalmente un oasis que tiende a convertirse en palabras frescas para revivir un poco en la árida estepa regiomontana donde la televisión basura y la cultura del trabajo tienen cegada, de otro modo, a la gente.
 
Fuente: Conaculta