De qué vive un escritor

Por Guillermo Schavelzon

Para leer las publicaciones anteriores sobre este tema:

Parte 1: http://goo.gl/EFZaAW
Parte 2: http://goo.gl/Ymg8IS

Cuánto gana un escritor por la venta de sus libros

Los escritores saben que no es fácil vivir de la venta de sus libros, sin embargo siguen escribiendo, los agentes promoviéndolos y los editores publicándolos. Es así, mientras los lectores sigan leyéndolos. Son los lectores quienes –cada vez que compran un libro– remuneran al autor.

Los números muestran una realidad difícil, sin embargo hay dos cosas que son positivas: la primera es que conocer esta realidad ayuda en los momentos de incertidumbre y permite pensar con realismo. La segunda, es que aunque la mayoría de los escritores no puedan vivir de los ingresos por la venta de sus libros, suelen encontrar formas de vivir de su trabajo de escritor. No hablo de los casos excepcionales de grandes éxitos de venta, que son siempre excepcionales.

Mientras los escritores anglosajones hablan y escriben mucho acerca de lo que ganan, tienen buenas estadísticas y estudios que las analizan, entre nosotros lo que gana un escritor suele ser un tema tabú, del que se habla muy poco.

¿Cuánto gana un escritor por los libros que vende?
Tomemos como ejemplo un libro que tiene un precio de venta al público de 20 euros, de los que el autor percibe un 12% como derechos. Por cada libro vendido recibirá 2,40 euros. Sus ingresos dependerán de cuántos ejemplares se vendan.

Supongamos también que este escritor o escritora tiene un presupuesto de 30.000 euros al año, 2.500 por mes. Para disponer de ellos, deberá percibir 43.000 al año (3.583 por mes), ya que por lo menos un tercio de los ingresos se irá en pagar impuestos.

Para ganar 43.000 euros, a 2,40 por libro, tendrá que vender 17.916 ejemplares. ¿Cuántos escritores venden 17.000 ejemplares cada año? Pocos, mucho menos de lo que el imaginario popular difunde.

En Francia, el 68,5% de los escritores publicados vende menos de 1.000 ejemplares, el 15,3 % vende entre 2.000 y 4.000, el 13 % vende entre 4.000 y 10.000, y solo el 3,2 % vende más de 10.000 ejemplares. (Bernard Lahire. La condition littèraire. La double vie des ècrivains. Paris, La Découverte, 2006).

Pocos escritores escriben y publican un libro cada año. Los que ya tienen más obras publicadas, podrán sumar lo que reciban por las ventas de anteriores libros, más la venta por las ediciones de bolsillo. Con todo, es bastante difícil asegurarse un ingreso neto de 2.500 euros al mes, cifra que en Europa implica un presupuesto nada dispendioso.

Me sorprende siempre la visión que tienen algunos escritores españoles sobre lo que venden colegas del resto de Europa o Estados Unidos, que es la misma que los Latinoamericanos tienen sobre los autores españoles. Yo escucho a muchos escritores decir que en España “es normal” vender cincuenta mil ejemplares de una novela, cuando en realidad a esa cifra quizás no llega ni una docena de obras al año.

No es el caso de Rafael Chirbes (Valencia, 1949), quien publicó Crematorio, 2007 y En la orilla, 2014, ambas en Anagrama, reconocidas por la crítica y premiadas. Chirbes explica que no ha conseguido nunca vivir de sus libros, “siempre he tenido economías paralelas”.
La última novela de Isaac Rosa (Sevilla, 1974) es La habitación oscura, (Seix Barral, 2013) pero no han sido sus ventas ni las de sus anteriores libros las que le han dado de comer durante estos años. “Hace cuatro años que vivo de mis libros, aunque más bien indirectamente. Quiero decir que no vivo sólo de la venta de mis libros, sino de ellos y de otras actividades derivadas: colaboraciones en prensa, traducciones, conferencias, cursos… La ?industria auxiliar del escritor”
(ambas citas son de El Cultural, 6.2.2009. Las obras publicadas han sido actualizadas).

Algo similar sucede en el Reino Unido, donde los ingresos de los autores han bajado notablemente, en gran medida debido a la falta de precio fijo para el libro. Mal Peet, exitoso autor de libros infantiles, declaró a The Guardian (8.7.2014) que sus “ingresos provenientes de libros han tenido una gran caída en los últimos años. Antes recibía cheques de más de 30.000 Libras por cada liquidación semestral, pero en el último par de años los cheques apenas llegan a las 3.000”

Según un estudio de ALCS (Authors Licensing & Collection Society) en 2013 el ingreso medio anual de un escritor profesional fue de 11.000 libras brutas (unos 13.800 euros), un 29% menos que en 2005. Una cantidad bastante alejada, en todo caso, de las 16.850 libras necesarias para alcanzar lo que en el Reino Unido se considera un ingreso mínimo adecuado (minimun income standard) (Manuel Rodríguez Rivero, Babelia, 10.7.2014)

Sobre España, sigue Rodríguez Rivero:

“existe otra clase de paseos. Los de los desempleados o de los que, sin estarlo, no tienen otras posibilidades de esparcimiento. El de la mayoría de los escritores, por ejemplo, a quienes la crisis ha aproximado aún más a la temida precariedad de un oficio donde, a menos que sea una estrella literaria o un bufón de los medios, las compensaciones son escasas y más bien espirituales. De los de aquí no dispongo de más datos que los que proporciona la observación empírica, pero es evidente que el grueso de los escritores españoles cada vez gana menos y se subemplea más, entre otras cosas porque los bolos que completaban tradicionalmente sus exiguos ingresos se han volatilizado o se pagan a precio de material de derribo.

En Estados Unidos, el mercado del libro más grande del mundo, la situación no es tan diferente:

El ingreso anual promedio de un autor asalariado era de US$53.070 en mayo de 2008, según la U.S. Bureau of Labor Statistics (Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU.). El rango medio de los autores ganó entre US$ 38.150 y US$ 75.060. Para quienes escriben para libros o publicaciones periódicas, el salario promedio fue de un poco menos, de US$ 43.050. Hay varios factores que pueden modificar las ganancias, incluyendo el número de libros vendidos, el tamaño de la editorial y los acuerdos de contratos individuales con la casa editorial, los cuales pueden garantizar ingresos más elevados” (Gigi Starr, El salario de un escritor de ficción, http://www.ehowenespanol.com)

Además de los ingresos provenientes por la venta de sus libros, existen otros ingresos para un escritor, sin hablar de los “segundos trabajos” no literarios (incluido a veces el aporte del cónyuge). Son los que se reciben por distintos aprovechamientos de un mismo texto: ediciones en otros países e idiomas, adaptaciones al cine o la televisión, ediciones especiales para canales comerciales diferentes, coleccionables para venta en quioscos, ediciones para venta opcional con revistas y periódicos, ediciones especiales para clubes del libro y venta directa, e-books, audio-libros, etc. Todo lo que los agentes llamamos “derechos subsidiarios”.

También hay ingresos por autorizaciones para la reproducción de fragmentos en libros de enseñanza de todo el mundo, lecturas en radio, conferencias y seminarios, artículos de prensa, participación en jurados, asistencia a ferias, participación en festivales literarios, prólogos para libros de otros, textos para catálogos, preparación de antologías, y dependiendo del país, derechos por la publicación en revistas y diarios. A veces, premios literarios.

Para que un escritor pueda beneficiarse de estos eventuales ingresos, hay un requisito:

“En el mundo de la multiplicación de soportes, lo que está demostrado ser lo más importante es el control de esos derechos de autor”. (Beatriz de Moura, en “Conversaciones con editores”, Madrid, Siruela, 2007)

El segundo trabajo

El segundo empleo es el principal malestar de los escritores que ya publican con cierta facilidad.

El escritor consagrado, y me refiero como tal al que no tiene dificultades para seguir publicando, sin hacer consideraciones literarias ni comerciales, se enfrenta a otras preocupaciones no menos importantes. Por ejemplo, el interés –cada vez más acuciante a medida que avanza en su carrera—, por profesionalizar su actividad, vivir de lo que escribe, dejar los “segundos empleos”. Esto es mucho menos habitual de lo que se suele creer.

En Francia, el 65,8% de los escritores que publican ejerce otra actividad para vivir. (Bernard Lahire. La condition littèraire. La double vie des ècrivains. Paris, La Découverte, 2006).

Un importante grupo de escritores, en todo el mundo, tiene un segundo trabajo en la enseñanza, el periodismo o el cine, pero no podemos imaginar cuántos viven de otro tipo de trabajo, desde la administración pública hasta el empleo en un banco.

… la mayoría de los escritores con otros empleos, están condenados a una perpetua insatisfacción. En la oficina, están atormentados por la sensación de estar desperdiciando su tiempo y su talento. Y delante de su manuscrito, están limitados por el cansancio y la necesidad de levantarse temprano al día siguiente” (Christophe Grauwin. Des écrivains sous l’influence de leur autre metier. LIRE, septembre 1999).

Muchos de los que trabajan en la enseñanza, pueden compatibilizarlo mejor. Hace muchos años decía Ricardo Piglia:

Vivo de la literatura pero no de la escritura, o si se prefiere me gano la vida leyendo. En los últimos quince años he trabajado alternativamente como asesor editorial o enseñando literatura. (Ricardo Piglia, Crítica y ficción, Anagrama, 1982)

A veces las ventas de un libro no son muy elevadas, pero las críticas o la atención que le hayan prestado los medios hacen que el autor sea invitado a colaborar en periódicos y en revistas, a convertirse en columnista de programas de radio y ocasionalmente de televisión. Surgen solicitudes de seminarios, talleres literarios y todo tipo de cursos y conferencias. Estas actividades para-literarias, muchas veces son más significativas, en términos económicos, que los derechos de autor percibidos por la venta del libro que las originó.

Esta es la situación con la que se enfrenta el escritor en el mundo actual de la edición, que hasta hace unos pocos años le era tan afín, y produce tensión, frustración, y a veces hasta violencia. El origen del malestar es ajeno al autor y al editor, y tiene que ver con una época de la edición que pasó y difícilmente volverá, y esta nueva época que todavía no terminamos de entender. En este momento de inflexión se han exacerbado al máximo las tensiones entre literatura y mercado, y ante eso no sabemos bien cómo actuar. Hoy sucede que el valor comercial no suele ser el que se exhibe, pero es casi siempre el que decide.

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